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Ni los ciclones han abatido a la farola de El Morro. |
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La emblemática farola del castillo de los Tres Reyes Magos del Morro cumplió 164 años de existencia eel pasado 24 de junio como símbolo, por excelencia, de Cuba y, en extensión, de toda Iberoamérica.
Situada a la entrada de la bahía habanera, tiene una historia no solo extensa sino única en esta cara del planeta, aunque menor que la de El Morro, como comúnmente se le conoce al baluarte, pues este representa la más antigua fortificación construida por los españoles en América y punto obligado en los recorridos de cuanto turista arriba a la antaño villa de San Cristóbal de La Habana.
Desde mediados del siglo XVI se apostaban vigías sobre el peñón que dominaba la amplia bahía; en 1563, el gobernador don Diego de Mazariegos hizo construir en el lugar una torre que comenzó a servir como punto de referencia para los galeones en ruta desde o hacia España. Años más tarde, el cabildo habanero dispuso la fortificación de El Morro con seis cañones, disponiendo que al menos uno de los vigías debía ser artillero experto; entonces se erigió una casilla de tejas para guarecer a los centinelas.
El peligro que se cernía sobre la apetecible villa a medida que devenía principal puerto comercial hispano en el Nuevo Mundo, así como las constantes amenazas de corsarios, piratas y escuadras de naciones enemigas de la metrópoli, llevaron al rey Felipe II a aprobar la construcción de una fortaleza que hiciera inexpugnable el puerto habanero. Para tal faena, iniciada en 1589, fue comisionado el prestigioso ingeniero Juan Bautista Antonelli.
Cuarenta años después, fue inaugurada la majestuosa fortificación por el gobernador don Lorenzo Cabrera. Por entonces regresó la paz para los habaneros, confiados en que estarían a salvo definitivamente de cualquier ataque por mar. Sin embargo, en 1762, una escuadra naval de Su Majestad británica, al mando Sir George Keppel, conde de Albemarle, destruyó esas ilusiones en solo 29 días, pues su artillería casi redujo a polvo la instalación. Un año después la plaza volvió a manos de España y la experiencia vivida aconsejó el refuerzo de la guarnición y de las defensas.
Por Real Cédula, en 1765 se restituyó el faro, alimentado por leña. A partir de entonces se estableció el titulado "impuesto de linterna", consistente en el pago de cuatro pesos fuertes por cada buque que arribara a puerto. En 1818 se instaló una nueva farola de gas a partir de chapapote, pero su baja calidad motivó el empleo de aceite de colza hasta que en 1824, por iniciativa del comandante de ingenieros de marina don Honorato de Bouyón, dio paso a un faro giratorio, con tres luces y cinco reflectores que, en el intervalo de dos minutos, daba dos destellos de luz y dos eclipses.
En el ínterin, se habían sucedido varios proyectos, dada la creciente importancia marítima del puerto habanero. Por ejemplo, el del químico norteamericano Gabriel Pendergrast, quien sugirió instalar doce reflectores capaces de generar una iluminación equivalente a 150 velas de sebo. Sin embargo, finalmente se adoptó el del ingeniero francés Agustín Fresnell, compuesto de lentes escalonados, una máquina rotatoria y linterna central de forma prismática octogonal.
El 24 de julio de 1845, día en que se celebraba el onomástico de Su Majestad la Reina madre, se produjo el encendido del nuevo faro de El Morro. La luz producida mediante la "linterna de Fresnell" podía advertirse a 40 millas de distancia con resplandores que duraban de cinco a seis segundos.
A partir de 1945 fue electrificado todo el sistema de alumbrado de El Morro habanero. Hoy, la veterana fortaleza aparece en estampillas de correos, medallas conmemorativas, litografías y etiquetas en las cajas de los famosos puros habanos, mientras un excepcional panorama se aprecia desde el balcón de su farola —devenida emblemático símbolo de Cuba—, con la heterogénea ciudad de un lado y las aguas del Atlántico del otro.
Más reciente en el tiempo, el 25 de septiembre de 2008, el presidente de la Autoridad Portuaria gallega, Macario Fernández-Alonso, participó en el acto de hermanamiento entre la Torre de Hércules de La Coruña (faro romano símbolo de esa ciudad) y el faro de El Morro de La Habana, coronado con un concierto en el que por los distinguidos huéspedes actuaron el acordeonista Rómulo Sanjurjo y el actor y poeta Lino Braxe, así como el cantautor cubano Polito Ibáñez.
EL CASTILLO DE LOS TRES REYES
Erigido en la cara este del canal de acceso al puerto de La Habana, el baluarte semeja un polígono irregular, ya que sus constructores tuvieron que adaptarse a las características topográficas del arrecife sobre el que fue levantado.
Con una dotación de 200 hombres y varias baterías de cañones, fue pieza clave en la defensa de La Habana contra los frecuentes ataques de corsarios y piratas. En 1762, durante la toma de La Habana por los ingleses, el castillo, comandado por el capitán de navío Luis de Velasco, resistió bravamente el asedio de tropas conjuntas del ejército y la marina británicos, comandadas por el conde de Albemarle y por el Almirante Sir George Pocock, respectivamente.
Los invasores solo pudieron apoderarse de la villa luego de hacer estallar una mina bajo los muros del castillo. En 1845, el viejo faro fue sustituido por otro de sillería, de 45 metros de altura sobre el nivel del mar, el mismo que se aprecia actualmente y constituye una de las imágenes más conocidas a nivel mundial de La Habana.
El Morro —apelativo impuesto por el gracejo popular— constituye hoy un museo histórico referente. Visitarlo es viajar a los siglos XVII, XVIII y XIX, ricos en leyendas y heroicidades. Desde sus muros, las alas de la imaginación nos remontan a una época violenta pero romántica, signada por la bizarría y el honor.
¿SABÍA USTED…?
El puerto de La Habana está situado en la costa norte de la provincia de Ciudad de La Habana, aproximadamente a 170 millas al este noreste del cabo de San Antonio. Es una bahía de bolsa, muy cerrada y abrigada, con un canal de entrada corto y recto que mide mil 530 metros, un ancho máximo de 330 metros y mínimo de 220. Su profundidad promedio es de 12,8 metros.
La punta de entrada oeste del canal se denomina Sotavento, y sobre la misma está situado el castillo de La Punta; el extremo este se llama Barlovento, sobre la cual están construidos el castillo y el faro de El Morro. La distancia que separa estas puntas es de 370,4 metros. La parte central de la bahía, de forma rectangular, tiene mil 800 metros de norte a sur, y 926 de este a oeste.
En sus costas se forman tres grandes ensenadas que, con respecto a la parte central de la bahía, se ubican y nombran: al este, la de Marimelena; al sur, la de Guasabacoa y al suroeste, la de Atarés.
Las corrientes de marea en el interior del puerto son imperceptibles. Fuera del acceso a la bahía fluye una corriente a la altura de punta Barlovento, que corta el canal de entrada transversalmente, la misma que en los meses de mayo a junio alcanza velocidades de hasta cuatro nudos. La pleamar más baja promedio es de 0,4 metros y la bajamar, 0,1.
Publicado en la Revista Mar y PESCA DE JUNIO/2010 Y EN SITIO DIGITAL CUBAHORA.
NOTA:
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